[aviso]
Este es un aviso. A los pájaros, a las bombas, a las gotas que
resbalan afuera de los refrigeradores. Quedan advertidas las azucareras de
cristal esmerilado, los celulares con pantalla de un color, las falsas máscaras
venecianas, las adolescentes bulímicas. ¿Qué precioso abismo esconde el día de
mañana sin que lo sospechemos? Es una tortura conocer todas las
interpretaciones del pasado y no atisbar siquiera en las enaguas del porvenir.
Prevengo al locoto al polvo, a los enfermeros de medio tiempo, a los balones
que no se prodigan por un chanfle, a los tinteros olvidados en las estanterías
burocráticas. Esto tiene que acabarse: como el café con leche, como la
histeria, como la Historia, como la epidermis remendada del cielo y sus dioses
de papel maché.
[cielo]
La madrugada esconde colores que emulan la visión de una nota
musical. La ventana imprecisa por donde miro al mundo transmite las
veinticuatro horas: novedades, moscas gordas, niños que se demoran en un
altercado de menores consecuencias, ramas trémulas que danzan con Eolo,
murallas porosas que reclaman la impertinencia de un buen grafiti y atrás, como
ilusión de gases y ventoleras, una sábana blanca que extiende sus pliegues al
infinito de nuestra cabeza paisana. No hay cielo sin imaginación desmedida.
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