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viernes, 16 de mayo de 2014

Noticia Quinceava: Minoría Absoluta, mi libro de prosa, publicado por Editorial 3600


El pasado 13 de marzo presentamos en La Paz mis libros Minoría Absoluta (prosa) y Los Espejos Sonoros (poesía) gracias a la Editorial 3600 de La Paz (Bolivia), y a quienes lo hicieron posible: Willy Camacho, Marcel Ramírez y Claudia Pardo.

Les dejo algunas minorías, recopiladas de mi viejo blog, escritas durante los últimos años: divertimentos, patafísicas, minificciones, croniquitas, disparates varios.



[elefante]


Un elefante se columpiaba sobre la tela de una araña cuando vio pasar sobre su cabeza un objeto volador no identificado. “Es una gran fortuna que yo no sea un drogadicto, si no, nadie me creería cuando lo cuente”, pensó para sí y continuó balanceándose irreflexivamente, mientras los escritores de canciones para niños tomaban nota.

[soledad]

Si pasan por mi soledad doblen a mano derecha en la primera calle, allí junto al puesto de rosas marchitas encontrarán a un viejo que les pedirá limosna. Ignórenlo. Sigan de largo por la callejuela que se corta de golpe en una iglesita vetusta de paredes de yeso gastadas las unas, graffiteadas con insultos a políticos las otras. Si las campanas suenan a la hora punta, tápense los oídos con ambas manos y rodeen la capilla por el lado derecho hasta desembocar en una plaza de suelo empedrado, donde es posible que se haya organizado una colorida feria de pequeños productores. Caminen en línea recta hasta una casa de fachada roja, muy estrecha y muy alta. Encontrarán la puerta de calle abierta, suban las escaleras ignorando a la gente que pudieran encontrar durante  el ascenso o lo que ocurra dentro de los departamentos que han dejado la puerta abierta, que no los demoren ni distraigan los ladridos feroces del perro del 2A ni la cumbia a todo volumen del 3C ni los coqueteos de la choquita del 4B que todos los días baja a comprar pan con su pijama transparente. Cuando hayan llegado hasta el último piso, el quinto, abran la puerta que da a la terraza y dejen que el sol hiera sus pupilas con su ciego resplandor. Caminen a tientas entre sábanas y camisas y pantalones húmedos extendidos en los alambres de la terraza. Aproxímense a un punto que mire a la calle. Abran los brazos. Cierren los ojos, emitan una prolongada nota La y salten al vacío.

Allá los espero yo con el té servido.

[esdrújula (está mintiendo) esdrújula]

Tome un puñado de palabras esdrújulas y dispóngalas en el témpano que el piélago ha traído como dádiva para usted en su onomástico. Déjese de incógnitos y festéjese con plácemes, sírvase con ínfulas, bésese bajo el muérdago con su cónyuge. Plácido, fínjase un náufrago en una ínsula, siéntase políglota, póngase sarcástico con el párroco, libérese en público, olvídese del hígado. Si con todo esto usted no es capaz de pasarla bien en su propio cumpleaños, váyase a la miéchica.

[escritor]

Se come las comas, apostrofa a los apóstrofes y suspende a los puntos que se comportan mal. Pese a todos sus esfuerzos la página permanece en blanco, en consonancia con su mente. La crisis se agudiza. Gradualmente se le inflaman las sinécdoques ocasionando una infección de la metonimia que desemboca en una epanadiplosis fulminante. La cabeza del hombre cae vencida por su propio peso sobre el monitor de la computadora. El escritor está en coma. Y punto. 

[cine de autor]

Últimamente he encontrado el solaz que buscaba en el cine de autor. He descubierto que las películas de un tal Truffeau son mis favoritas, sobre todo por su duración. Cada día realizo el mismo ritual: preparo bien mi mullido sillón, me quito los zapatos y pongo play. Cuando despierto, y suena sobre los créditos esa música imposible que algunos llaman minimalista, me siento renovado y presto para el trabajo de vigilante nocturno que me consiguió mi prima Cachi en el Centro Comercial.

[metrónomo]

Un metrónomo es un ritmópodo de la familia de los tempomésuros. Su duración de vida depende de los beats por minuto, de la métrica y de lo compasivo que sea el corazón de los baterépteros, percutásidos y bongoseros, que constituyen su dieta diaria. Un bateréptero indigesto podría ocasionarle una síncopa involuntaria que produciría la muerte instantánea del ritmo. Un metrónomo es un bicho sumamente serio: no hay nada que deteste más que perder el tempo. El hábitat natural de los metrónomos son los intersticios de los pentagramas, donde pone sus huevecillos que nacen después de dieciséis compases de gestación: algunos salen buenos chicos pero otros degeneran en semirecontracorcheas de diecinueve patas. La conservación del beat es su tarea principal, por mucho que haya quienes hablan del feeling y del groove, y acaban confundiendo el swing con el sabol.

[Berlín]

La noche en que la mitad de los habitantes de Berlín se transformaron en bicicletas estábamos haciendo el amor. Caí rendido en la profunda almohada, la cabellera sudorosa, mientras escuchaba a mi lado su pecho recuperando de a poco los latidos regulares. Cuando desperté, se había ido. Salí a buscarla a la calle y no supe reconocerla ni entre la poca gente que caminaba extraviada ni entre las bicicletas que corrían desbocadas.